Muy
cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque
nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida.
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue
porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas
tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé
sin duda largas las noches de mis penas;
mas
no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida,
nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
HERMOSO BLOG ME ENCANTA LEERTE SALUDOS DE TU AMIGO DIEGO Y MUCHOS BESOS NUNCA PARES
ResponderEliminar